miércoles, 21 de enero de 2009

Cuando empecé a leer la Biblia

A pesar de haberme interesado en todo tipo de disciplinas y teorías pseudoespirituales, nunca me planteé seriamente acercarme a la Iglesia católica hasta hace apenas cuatro años. Había llegado a un callejón oscuro en mi vida del que no sabía cómo salir. Me sentía muy solo, y casi todo lo que intentaba parecía salirme mal. Había perdido mucho dinero en muy poco tiempo y estaba profundamente desmoralizado. Había pasado de ser una persona con cien mil planes y proyectos ilusionantes en la cabeza a darme cuenta de que todos esos proyectos nunca saldrían adelante si Dios no los quería. Yo ya rezaba a Dios por entonces, y en más de una ocasión había notado su ayuda en mi vida, algo que me había impresionado e intrigado profundísimamente. Pero en este momento oscuro poco me servían ya mis peticiones caprichosas a Él para que me ayudase a sacar mis pequeños planes adelante. Él tenía mucho mejores planes para mí aunque yo por entonces no tenía ni idea de ello.
Los libros de autoayuda y el yoga a los que tanto me había aferrado en los años anteriores se habían mostrado inútiles en esa situación que yo percibía como de profunda desdicha. Yo llevaba muchos años, desde mi tiempo de estudiante de Filología en la universidad, guardando la intención de algún día leer la Biblia de principio a fin, y descubrir por mi mismo las enseñanzas de este Libro, aunque sólo fuera por un interés filológico, intrigado por el modo en que había influido en las vidas de tantísimas personas de la historia a las que yo respetaba y admiraba. Llegado a este callejón en mi vida, decidí que había llegado el momento de ponerme a ello.

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